27.8.10

Cielo hondo.

Un arroyito de seda
surca, tibio, su mejilla
y una mariposa vuela
de tristeza en sus pupilas.

Sus manos frías estrujan
un rosario de madera.
Cada cuenta es una duda,
en cada amén se requiebra
el cielo; que turbio y rosa
le vibra allá en lo profundo;
donde tienen los aromas
sus raíces, y un capullo
de melancolía alumbra
la alegría de otros días.

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